¿Por qué la codicia roba tu paz?

José Jesús García - domingo 6 de Julio, Madrid.

En un mundo que constantemente nos bombardea con imágenes de éxito, lujos y vidas aparentemente perfectas, es fácil caer en el error de pensar que necesitamos más para ser felices. La codicia es ese deseo insaciable de tener lo que no tenemos, incluso aquello que no nos pertenece. Es una semilla que, si se deja crecer, acaba ahogando la paz, la gratitud y la dependencia de Dios.

El mandato claro de Dios

El décimo mandamiento nos advierte: “No codiciarás la casa de tu prójimo, ni la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo” (Éxodo 20:17). No es casualidad que Dios incluyera este mandato; la codicia no solo corrompe el corazón, también nos aleja del contentamiento y del amor al prójimo.

Cuando lo que tienes no te basta

La codicia no es solo un deseo de más, es desconfianza hacia Dios. Es decirle con nuestra actitud: “Lo que Tú me has dado no es suficiente”. Es lo que le ocurrió a Acab, el rey que tenía de todo pero codició la viña de Nabot. Su codicia lo llevó al pecado y a la destrucción. Como él, muchos pierden el gozo, la paz, incluso su familia, por aferrarse a algo que Dios nunca les dio.

El contentamiento como arma espiritual

Jesús fue claro: “Mirad las aves del cielo... ¿no valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mateo 6:26). Si Dios cuida de los pájaros, ¿cómo no cuidará de nosotros? El problema no está en lo que falta, sino en la falta de fe. El que confía en el Señor recibe paz y provisión justa. “Mejor es lo poco con temor de Jehová, que el gran tesoro donde hay turbación” (Proverbios 15:16).

La clave está en saber dar

Dios no se agrada del que retiene con temor, sino del que confía y da con generosidad. “El justo da y no detiene su mano” (Proverbios 21:26). Lo contrario a codiciar no es solo no desear, sino también saber dar, saber soltar. Porque quien tiene a Cristo lo tiene todo. Añadir más por nuestras fuerzas, fuera de Su voluntad, es caer en error.

Paso práctico para hoy:

Haz una pausa hoy y examina tu corazón. ¿Hay algo que estás deseando fuera del tiempo o de la voluntad de Dios? Renuncia a la codicia, agradece lo que tienes, y pide al Señor que te enseñe a vivir en contentamiento. Haz una oración sincera, y si puedes, da algo hoy: tu tiempo, una ayuda, una palabra, o una ofrenda. Rompe con el espíritu de codicia dando.

Oración final:

Señor, gracias por lo que me das cada día. Perdóname por las veces que he codiciado lo que no me corresponde. Enséñame a vivir satisfecho, confiando en que Tú eres suficiente para mí. Llena mi corazón de gratitud, y líbrame del afán de este mundo. Ayúdame a dar con generosidad y a vivir conforme a Tu voluntad.
En el nombre de Jesús, amén.