No Juzgar: El Llamado a Amar y Restaurar

El problema de criticar a los demás

Uno de los deportes más practicados es hablar de los demás, especialmente cuando no están presentes. Somos rápidos para criticar, pero lentos para examinar nuestro propio corazón. Si no tenemos el corazón de Cristo —el Juez Justo, lleno de misericordia y compasión— corremos el riesgo de herir en lugar de sanar.

Gracia, no condena

Jesús no condenó a la mujer adúltera, aunque la ley decía que debía morir. Su juicio fue santo, pero lleno de gracia. La letra mata, pero el Espíritu vivifica. A menudo usamos una regla ancha para nosotros y estrecha para los demás. Pero Dios no nos trató con dureza, sino con amor y perdón.

Corrección con humildad

Cuando Dios nos libera de una atadura, no debemos convertirnos en verdugos de quienes aún están atados, sino en libertadores. La corrección es necesaria, pero debe venir con madurez, testimonio y mansedumbre.

Corregir con justicia y amor

No todos somos iguales ni recibimos lo mismo del Señor. Su justicia no es como la del mundo. Corregir no es atacar, sino razonar con amor. No debemos vengarnos ni guardar rencor, sino amar al prójimo como a nosotros mismos.

Restaurar, no destruir

Nuestro llamado es restaurar, no destruir. No debemos hacer el camino más difícil, sino allanar el sendero y compartir las cargas. No se trata de gloriarnos en lo que otros hacen mal, sino de examinar nuestra propia obra.

Ser instrumentos de gracia

No pongamos el dedo en la llaga, no apaguemos el pábilo que humea. Seamos instrumentos de restauración, no de juicio.

Oración:

Señor, líbranos de un corazón crítico y danos un espíritu lleno de compasión. Ayúdanos a ver a los demás con tus ojos, a corregir con amor y a restaurar con mansedumbre. Que no juzguemos con dureza, sino que seamos reflejo de tu gracia. Amén.