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La Viuda de Sarepta
Por Rebeca Díez - Devocional 6 de septiembre 2025.

Devocional de hoy
La Viuda de Sarepta
La historia comienza
Nuestra historia de la viuda sin nombre comienza en I Reyes 17. Elías, el profeta de Dios, fue enviado directamente a Sarepta, una ciudad de Sidón, fuera de las fronteras de Israel. Es interesante ver que Dios envió a Elías a la casa de una viuda gentil.
Y añadió: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su propia tierra. Y en verdad os digo que muchas viudas había en Israel en los días de Elías, cuando el cielo fue cerrado por tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en toda la tierra; pero a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una mujer viuda en Sarepta de Sidón.
Lucas 4:24-26
Israel se había corrompido con la idolatría de las naciones vecinas, Dios iba a castigarles por su desobediencia. Los tres años y medio de hambre fue un juicio terrible. Había muchas viudas que rápidamente le hubieran dado a Elías la bienvenida, sin embargo, Dios escogió enviarle a la casa de ésta mujer, sin nombre, de Sidón (el Líbano actualmente).
Elías y la viuda
Puesto que Elías fue quien profetizó este gran desastre, él era odiado y casi expulsado por sus conciudadanos. Dirigido por Dios, Elías fue movido, en obediencia, para que todos vieran que una pobre mujer viuda le iba a sustentar. Dios pudo enviar a su profeta a cualquier lugar. Pero lo envió a una mujer gentil.
Cuando Elías ve a la viuda a las puertas de la ciudad, ella recogía leña para preparar una última comida para ella y su hijo. Todavía bajo la dirección y guianza del Señor, Elías la llama y le dice, “te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba” (I Reyes 17:10). Inmediatamente vemos el carácter afable de ella por su pronta respuesta a este extranjero que estaba delante de ella. Viendo su necesidad de tomar agua después de tan largo viaje, no duda en ayudarle, sin demandar algo para sí.
La prueba de fe
Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano. Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir.
1 Reyes 17:11-12
Hasta donde vemos, esta mujer no conocía a Elías. Sin embargo, vemos que reconoce en él a un varón de Dios, porque utiliza la frase, “vive Jehová tu Dios.” Es obvio que dentro de ella existía un sentimiento de temor a Dios, y quizá un pequeño conocimiento del Dios de Israel. Sin embargo, su fe es la característica más apreciada por el Señor. En medio de una existencia mediocre, es quizá su gran fe, la razón por la cual Elías fue enviado a ella.
La viuda acababa de anunciar que sólo le quedaba una comida para su hijo y ella, y después de comer se dejaría morir. Elías le responde de una forma simple pero directa: “No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza; y tráemela; y después harás para ti y tu hijo.”
La obediencia que trae provisión
Pareciera un hombre injusto pedirle a una pobre viuda prepararle primero a él la cena sabiendo que no tenía casi qué comer. Elías dice solamente, “antes que tengas tu última comida, sírveme a mí”. Pero si la orden de Elías se hubiera detenido aquí, sin más explicaciones, hubiera sido muy difícil comprender cómo Dios podía demandar de esta pobre viuda gentil esta obediencia que aun amenazaba su vida y la de su hijo. ¿Cómo podía Dios pedirle a una gentil, no creyente, que se moviera en el plano de una fe que implica un sacrificio así? La respuesta la tenemos leyendo la Escritura y escuchamos las palabras de Elías: “Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.”
Qué palabras tan poderosas cuando las dejas entrar en tu corazón y producen fe y las crees de verdad, sin dejar ni una pizca de duda y temor.
Así que la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios.
Romanos 10:17
¿Cómo penetra la fe al corazón de una persona? Viene por oír la palabra de Dios viva y vivificante. Al oír esas palabras maravillosas, la fe de Dios está siendo creada dentro de nosotros. Es la fe del Hijo de Dios la que nos capacita a creerle a Él por provisión, por sanidad, promesas en particular para cada persona. Luego, si actuamos por esa fe que nos ha sido provista por esa palabra, recibimos, finalmente, lo que Él ha prometido, SU PROMESA. Esa fe debe ser práctica, debemos obedecer a su Palabra confiando que Él cumplirá su Promesa y no nos abandonará en el proceso, en el Camino. Así sucedió en la historia de esta viuda, obedeció al profeta, dio el paso de fe de cocinar lo último que le quedaba para él, y NUNCA escaseó la comida en ese hogar. Dios suplió en su necesidad.
La prueba final: la muerte y resurrección del hijo
En el capítulo 17:17 leemos acerca de la súbita muerte del hijo amado de la viuda. Esta vez su necesidad llegó al extremo. De nuevo ella clamó al profeta Elías para que la rescatara. Su fe había aumentado por el milagro que acababa de vivir viendo una provisión milagrosa del Señor. Pero esta vez, su fe sería perfeccionada.
Y Jehová oyó la voz de Elías, y el alma del niño volvió a él, y revivió. Tomando luego Elías al niño, lo trajo del aposento a la casa, y lo dio a su madre, y le dijo Elías: Mira, tu hijo vive.
1 Reyes 17:22-23
Había sucedido algo extraordinario. Aquél que ha sido llamado, “la Resurrección y la Vida” había visitado su casa, sorbiendo la muerte en victoria. El aliento había vuelto al cuerpo sin vida de su hijo, y ella nunca volvería a ser la misma. Esta pobre viuda había sido testigo de lo que ningún israelita había visto antes.
Oración
Señor, auméntanos la fe en ti, en tus profetas, en tu Palabra. Queremos aprender a creer tus promesas, a confiar sin temor en tu provisión, en tu cuidado, en tu protección, en tu fidelidad. Aún en medio de la escasez, saber que Tú eres nuestro Pan de Vida. Aún en medio de la enfermedad, creer que Tú eres nuestro Sanador. Aún en medio de la persecución, descansar que Tú eres nuestro Libertador. Gracias Señor por Tus Palabras vivas que al oírlas producen fe en nosotros. Sólo queremos escuchar esas dulces Palabras que salen de tu corazón.