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Mi Socorro Viene de Dios.
Por Ramón Ubillos - Devocional 19 de julio 2025.

Devocional de hoy
Mi Socorro Viene de Dios
Dios, nuestra fuente de socorro
El Salmo 121 es un canto de confianza y esperanza que nos invita a levantar nuestros ojos hacia Dios, reconociendo que Él es la fuente de nuestro socorro.
“Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra” (Salmo 121:1.2)
Este pasaje nos recuerda que nuestro ayudador no es un recurso humano limitado, sino el Creador todopoderoso, quien nos guarda con un amor eterno y vigilante.
Dios no duerme ni se cansa
El salmista destaca que Dios no duerme ni se adormece.
“No dará tu pie al resbaladero, ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel.” (Salmo 121:3-4)
Es nuestro protector, nuestra “sombra” que nos resguarda del sol abrasador y de los peligros de la noche.
“Jehová es tu guardador; Jehová es tu sombra a tu mano derecha. El sol no te fatigará de día, ni la luna de noche.” (Salmo 121:5-6)
Esta imagen nos asegura que, en todo momento, Dios está presente, cuidando cada paso que damos.
“Jehová te guardará de todo mal; Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre.” (Salmo 121:7-8)
Qué consuelo saber que nuestro Salvador nunca nos abandona.
¿A quién buscas en la dificultad?
El mensaje del Salmo 121 nos confronta con una verdad vital: ¿a quién buscamos cuando enfrentamos dificultades? A menudo, el mundo nos tienta con soluciones rápidas o caminos que prometen bendiciones, pero que nos alejan de Dios.
“Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza ni sombra de variación. Él, de su voluntad, nos hizo nacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas.” (Santiago 1:16-18)
Las ayudas humanas pueden atarnos a deudas o expectativas, pero Dios nos da por amor, sin exigir nada. Él nos creó con un propósito único, y su plan para nuestras vidas es eterno y perfecto.
“He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios para que delante de él teman los hombres.” (Eclesiastés 3:14)
Cuando confiamos en Él, encontramos satisfacción verdadera, libres de la envidia o la necesidad de compararnos con otros.
Rechazando las tentaciones del mundo
El texto también nos advierte sobre las tentaciones del mundo, que nos ofrecen lo que ya nos pertenece en Cristo o nos desvían de su propósito.
“No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo —los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida— no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.” (1 Juan 2:15-17)
Jesús, en el desierto, enfrentó al enemigo con la Palabra de Dios, rechazando las promesas vacías que le ofrecían poder o bienes terrenales.
(Lee Mateo 4:1-11)
Él sabía que solo la voluntad de Dios satisface plenamente. De manera similar, en el siguiente pasaje, el pueblo de Israel rechazó la ayuda de quienes no seguían la voluntad divina.
“Cuando oyeron los enemigos de Judá y de Benjamín que los que habían vuelto de la cautividad edificaban el templo a Jehová Dios de Israel, vinieron a Zorobabel y a los jefes de casas paternas, y les dijeron: Edificaremos con vosotros, porque como vosotros buscamos a vuestro Dios, y a él ofrecemos sacrificios desde los días de Esar-hadón, rey de Asiria, que nos hizo venir aquí. Zorobabel, Jesúa, y los demás jefes de casas paternas de Israel dijeron: No nos conviene edificar con vosotros casa a nuestro Dios, sino que nosotros solos la edificaremos a Jehová Dios de Israel, como nos mandó el rey Ciro, rey de Persia.” (Esdras 4:1-3)
Nosotros también debemos ser firmes, aceptando solo lo que viene de Dios y rechazando lo que el mundo nos ofrece.
Caminar en plenitud según el plan de Dios
Vivir en el plan de Dios nos lleva a una vida de plenitud y propósito. Como dice el predicador, no somos fruto de la casualidad, sino de la voluntad expresa de Dios, quien nos diseñó con un propósito único.
“Prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús.” (Filipenses 3:14)
Esta satisfacción no depende de alcanzar metas humanas, como un título, un matrimonio o un éxito deportivo, sino de caminar cada día en la voluntad de Dios. Cuando lo hacemos, descubrimos que Él provee todo lo que necesitamos, y vivimos libres de la esclavitud de la envidia o la ambición.
Solo aceptar lo que viene de Dios
Hoy, el desafío es claro: decidir que solo aceptaremos lo que viene de Dios. Esto significa cerrar la puerta a las tentaciones del mundo, como Acán, que codició lo prohibido y trajo ruina.
(Lee Josué 7)
O como Adán, que intentó esconder su pecado.
(Lee Génesis 3)
En cambio, podemos vivir en transparencia ante Dios, confiando en que Él nos da todo lo necesario.
“He entendido que todo lo que Dios hace será perpetuo; sobre aquello no se añadirá, ni de ello se disminuirá; y lo hace Dios para que delante de él teman los hombres.” (Eclesiastés 3:14)
Al elegir a Dios como nuestro único proveedor, encontramos paz, propósito y la certeza de que Él nos guarda en cada paso.
Oración Final:
Padre amado, gracias porque eres mi socorro y mi guardador fiel. Hoy levanto mis ojos a ti, confiando en que solo tú provees lo que necesito.
Ayúdame a rechazar las tentaciones del mundo y a cerrar la puerta a todo lo que no viene de ti. Llena mi corazón de gratitud por tu amor y tu cuidado constante.
Guía mis pasos según tu plan perfecto, y que cada día viva satisfecho en tu presencia, sabiendo que tú eres suficiente. En el nombre de Jesús, amén.
