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La Mujer de Sunem: Fe, Servicio y Recompensa
Por Rebeca Díez - Devocional 20 de septiembre 2025.

Devocional de hoy
La Mujer de Sunem: Fe, Servicio y Recompensa
Eliseo y la hospitalidad de la Sunamita
Eliseo fue un gran profeta de Dios, y viajó constantemente. A menudo sólo dormía y comía cuando le ofrecían hospitalidad. Un día la mujer de Sunem le vio caminando cerca de su casa y le invitó a comer. Desde entonces, cada vez que Eliseo pasaba por allí, se detenía a comer en esa casa. La carga que ella sentía por ayudarle, hizo que le pidió a su esposo que le hiciera un pequeño aposento para él, en su casa. Ella sabía que era un varón de Dios.
Una mujer servicial y generosa
Qué mujer tan servicial, hospitalaria y generosa. No sólo quiso alimentar a Eliseo, sino también proveerle alojamiento. En agradecimiento él quiso hacer algo especial. Cuando descubrió que su esposo era un hombre anciano, y no habían podido tener hijos, Eliseo la llamó, y le anunció que sería madre. En recompensa por construir el aposento al profeta, Dios le dio un hijo.
Seamos siempre mujeres atentas, acogedoras, afables, con nuestras manos abiertas para dar y compartir, listas para bendecir, especialmente a Sus siervos.
La prueba de fe: la muerte del hijo
Cuando el niño creció, enfermó y murió. En su desesperación, la madre hizo lo único que sabía hacer. Dejó a su hijo muerto en la cama, y salió inmediatamente a buscar al profeta. Ella creía que Dios le devolvería a su hijo si Eliseo se lo pedía. Así era su fe.
Valiente, fue sin parar ni un instante hasta el Monte Carmelo, y al encontrar a Eliseo, ella le dijo: Vive el Señor y vive tu alma que no te dejaré. No sólo era valiente, sino decidida, tenaz, no iba a parar hasta que el profeta rogara Dios por su hijo amado.
Una mujer que dio más allá de lo esperado
Dios bendijo a esta mujer que no se conformó con dar de comer al profeta, sino que dio una milla más, sentía compasión y anhelo de bendecir al Señor y a Sus Siervos. Su deseo era refrescar el cuerpo, alma y espíritu de Eliseo.
Un poco más.
No seamos de los de LA LEY DEL MINIMO ESFUERZO. Algunas veces nos contentamos con hacer lo mínimo que Dios nos pide, lo justo. El corazón de Dios es tan, tan generoso. Debemos aprender de El, y ser librados del egoísmo, de la tacañería y el desinterés.
Dios bendice a los benevolentes. Cuando un hombre o una mujer es mezquino, se limita a recibir bendiciones de Dios para sí mismo. Y sin embargo Dios quiere que seamos dadores alegres, que no nos cansemos de hacer bien, de echar nuestro pan sobre las aguas.
Debemos ser muy cuidadosos de no ser de aquellos que analizamos todo lo que hacemos, temiendo que estamos dando demasiado de nosotros, o estamos perdiendo algo en el proceso. Pedro nos insta a que seamos hospedadores, sin murmuraciones.
Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones. Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.
1 Pedro 4:9-11
Ejemplo a seguir
Que seamos como la sunamita que buscó bendecir más que ser bendecida.
El evangelio de Lucas recuerda de forma especial a aquellas mujeres que cubrieron las necesidades de Jesús y Sus discípulos. Ellas guardan un lugar muy especial en su corazón, y Dios les da nombres honorables en Su palabra.
Jesús recorría ciudades y aldeas predicando el evangelio del Reino de Dios. Lo acompañaban los doce discípulos y varias mujeres que habían sido sanadas de enfermedades y liberadas de espíritus malignos. Entre ellas estaban: María Magdalena, Juana, Susana, y muchas otras que servían a Jesús con sus bienes.
Lucas 8:1-3
Oración final
Oración: Señor, abre nuestras manos para dar, y tú las llenarás. Haznos hospitalarios, acogedores, nobles como Tú, bondadosos y misericordiosos. Queremos aprender de Ti que lo diste todo por Amor. Y recordar que DAR ES MEJOR QUE RECIBIR.