En Todo Tiempo Sean Blancos Tus Vestidos

Por José Jesús García - Devocional 7 de octubre 2025.

Devocional de hoy

En Todo Tiempo Sean Blancos Tus Vestidos

La importancia de la pureza

Estemos limpios, puros, busquemos la santidad del Señor, despojémonos del viejo hombre y seamos vestidos del nuevo hombre en Cristo Jesús.
En los judíos la limpieza y las ropas limpias era una obligación en el día del shabat. En los tiempos de la inquisición, sabían quiénes eran los de este pueblo porque tenían que estar limpios, era un pacto de familia, y muchos judíos eran apresados por esa buena y preciosa costumbre. Vivimos tiempos de suciedad, dejadez, tanto exterior como interior, y el Señor quiere que tengamos un corazón purificado por la sangre de Jesús.

En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza.”

Eclesiastés 9:8

Apartemos de aquello que nos puede contaminar, porque el mundo, el pecado nos aleja de Dios. Lavarnos del polvo del camino cada día, ir a los pies de Jesús y escuchar su voz, recibirla, ponerla en práctica y grabarla en nuestro corazón. Como dijo Pablo: La religión verdadera es acordarnos de las viudas, de los pobres, y guardarnos sin mancha del mundo.

Descubrir la blancura y dar luz

No es difícil alumbrar en un tiempo tan oscuro, donde hay tanta tiniebla. Las lámparas no alumbran y se apagan las luces. ¿Tenemos miedo? ¿Nos da vergüenza? Pongámonos sus vestiduras, cada día, las mejores galas para presentarnos delante del Rey, no sólo el domingo, sino cada día.
Antioquia era la capital de Fenicia, un lugar muy corrompido por los placeres, la mercaduría, el comercio, y allí comenzó un avivamiento porque lámparas vivas dieron luz en esas tinieblas. La luz no se puede esconder sino debe estar encima de la mesa para alumbrar toda la sala.

Este mundo te condena, la religión te acusa, el pecado te atrapa, pero si venimos arrepentidos de corazón a Jesús, Él nos limpia y nos purifica, y nunca más se acordará de ninguna de tus transgresiones. Con Él tenemos la victoria de estar sin mancha en este mundo.
Incluso en el tiempo malo, que no se enfríen nuestros corazones, que tengamos el amor de Cristo vivo en nosotros, como un fuego que quema toda hojarasca y suciedad. En todo tiempo nuestras vestiduras sean blancas.

Lavados con la Palabra de Dios

Te planté de vid escogida, simiente verdadera toda ella; ¿cómo, pues, te me has vuelto sarmiento de vid extraña? Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor.

Jeremías 2:21-22

¿Cómo lavaremos nuestras inmundicias? Con la Palabra de Dios. La hipocresía de la religión es apariencia de santidad, pero en el interior hay impiedad y corrupción. De corazón hacia fuera, Dios quiere limpiarnos por completo con su Jabón.

El pecado está incrustado en la iglesia y no debemos echar agua al vino, permitir la tibieza en nuestras vidas, leudando la Palabra con traducciones a nuestra manera y gustos. La palabra es verdadera.
Piensa que una mancha en un vestido blanco, aunque sea solo una mancha, hace que estés todo manchado.

Sin embargo, pecados horrendos, incurables llagas que no se pueden sanar con ninguna medicina humana, personas atormentadas por pasados oscuros, Dios puede poner su ungüento de misericordia y perdón, y sanar, restaurar, limpiar, si hay un verdadero arrepentimiento.
Señor, si quieres, límpiame, le dijo el leproso. Y Jesús, lleno de amor, le dijo: Sí quiero.

La unción del Espíritu Santo

Que nunca falte la unción del Espíritu Santo en nuestras vidas. Cuando está su unción, se caen los yugos, las cadenas, las ataduras, el pueblo avanza en medio de las tinieblas. Pero nos falta su unción, ese aceite que representa la presencia del Altísimo. Esa unción nos quita enfermedades, infecciones, nos libra de cualquier parásito que entre por nuestros ojos o nuestros oídos, que vienen a menguar nuestra fe, nuestra entrega, nuestro amor a Dios. Sin unción no se pueden derribar las murallas de Jericó.

Un segundo y Dios se manifiesta con maravillas y prodigios, y podemos ver la manifestación de su poder.
Nunca falte ese ungüento que se derramó a los pies de Jesús y llenó de ese maravilloso olor la casa entera. Demos la fragancia de su Espíritu Santo.

La alabanza ungida no es por lo bien que un músico toca su instrumento. Busquemos la unción del Espíritu Santo, dejemos que Dios obre, seamos barro en sus manos, canales de bendición. A veces queremos ser nosotros, ir en nuestras fuerzas, en nuestra propia opinión, dejar nuestra firma personal.

Pero esa mujer tan humilde y agradecida que reconocía a Jesús, sabía que sin Él no era nada, que nada podría hacer, que lavó los pies de su Maestro con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.
Seamos vasijas llenas de su unción. A veces, para recibir los aplausos del mundo, los reconocimientos y ayudas de los gobiernos, podemos corrompernos y seguir las leyes y mandatos de este mundo que van en contra de Dios y entonces perderemos la unción.

Servicio y libertad en Cristo

El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable del Señor.

Lucas 4:18-19

Nunca se aparte de nosotros el Espíritu de servicio, el deseo de pregonar a los cautivos, a los necesitados, a los atados, para que sean libres por la palabra De Dios que hace efecto y cumple su cometido.

Si tú dispusieres tu corazón, Y extendieres a él tus manos; Si alguna iniquidad hubiere en tu mano, y la echares de ti, Y no consintieres que more en tu casa la injusticia, Entonces levantarás tu rostro limpio de mancha, Y serás fuerte, y nada temerás; Y olvidarás tu miseria, O te acordarás de ella como de aguas que pasaron. La vida te será más clara que el mediodía; Aunque oscureciere, será como la mañana. Tendrás confianza, porque hay esperanza; Mirarás alrededor, y dormirás seguro. Te acostarás, y no habrá quien te espante; Y muchos suplicarán tu favor.

Job 11:13-19

Dispongamos nuestro corazón, levantemos nuestras manos, pongamos todo nuestro corazón, toda nuestra intención para que derrame su lluvia que nos limpia. Firmes, no escondidos ni avergonzados, porque el Señor está con nosotros, ¿de quién temeremos si el Señor está con nosotros?

Oración final

Señor, úngenos, llénanos de Ti, para poder ser esas copas rebosantes que dan a otros de beber de tu agua viva.