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Clamor por la Presencia y Protección de Dios
Por José Jesús García - Devocional 21 de julio 2025.

Devocional de hoy
Clamor por la Presencia y Protección de Dios
Lectura Bíblica Base: 2 Crónicas 32:1
“Después de estas cosas y de esta fidelidad, vino Senaquerib, rey de los asirios, e invadió a Judá y acampó contra las ciudades fortificadas, con la intención de conquistarlas.”
Este pasaje nos introduce al contexto histórico y espiritual del rey Ezequías, quien, pese a su fidelidad a Dios, enfrenta una gran amenaza: un ataque del poderoso rey Senaquerib.
Antecedentes: El Legado de Infidelidad de Acaz
Ezequías recibe un reino en ruinas. Su predecesor, el rey Acaz, había abandonado la ley de Dios, profanado lo santo y servido a otros dioses. Esto trajo caos y destrucción.
Ezequías, en cambio, toma el camino opuesto: restaura el altar, restituye el orden espiritual y celebra las fiestas sagradas. Su prioridad es honrar a Dios y volver al camino de la fidelidad.
Fidelidad No Exime de la Prueba
“Después de esta fidelidad… vino Senaquerib.”
Aquí se nos recuerda una gran verdad espiritual: ser fiel a Dios no significa estar exento de ataques. A menudo, cuando más buscamos a Dios, más el enemigo se levanta. Pero hay una diferencia: cuando estamos en fidelidad, no estamos solos. ¡El León de Judá pelea por nosotros!
Reconocimiento del Peligro: Discernimiento Espiritual de Ezequías
Ezequías vio la venida del enemigo. No ignoró el peligro. No se justificó diciendo “qué mala suerte tengo”. No vivió en negación. Tuvo discernimiento espiritual.
Muchos no se dan cuenta de que están sitiados por el enemigo. Pero Ezequías sí lo vio, y actuó con sabiduría.
Buscar Consejo de los Valientes
“Tuvo consejo con sus príncipes y con sus hombres valientes...”
Un líder sabio no camina solo. Ezequías no buscó la opinión de cobardes ni de charlatanes, sino de hombres llenos del Espíritu, con valor probado. En tiempos difíciles, necesitamos rodearnos de consejeros espirituales y valientes.
Acciones Estratégicas y Espirituales
“Cegaron las fuentes... edificó los muros caídos... hizo muchas espadas y escudos...”
Ezequías no se cruzó de brazos. Tomó medidas espirituales y prácticas. Se preparó para la batalla: restauró lo caído, levantó torres (símbolo de vigilancia), y se armó.
Así debemos nosotros actuar: reparar lo que está roto, levantar nuestra oración como torre, afilar nuestras espadas espirituales (la Palabra) y protegernos con la armadura de Dios. Se pusieron delante de Dios, y Jehová envió un ángel, el cual destruyó a todo valiente y esforzado, y a los jefes y a los capitanes en el campamento del rey de Asiria.
El Valor del Ánimo en Medio del Ataque
“Con ánimo resuelto edificó...”
El enemigo quiere robar tu gozo y tu ánimo. Pero el gozo del Señor es nuestra fortaleza. En toda batalla espiritual, el ánimo es clave. Nehemías lo sabía, y animaba al pueblo. El desánimo abre la puerta a la derrota, pero el buen ánimo puede sostener incluso la enfermedad.
Jesucristo, Nuestra Torre Fuerte
“Hizo alzar las torres...”
Las torres representan vigilancia, fortaleza, protección. Jesucristo es nuestra torre inexpugnable, donde corremos y somos salvos.
En tiempos de ataque espiritual, necesitamos correr a Él, alzar la torre de su Nombre sobre nuestras vidas. Jesús le dijo a Pedro cuando vinieron a por él, ¿acaso yo no puedo orar al Padre y me mandaría 12 legiones de ángeles? Vuelve tu espada a su lugar, no andes en tus fuerzas. Guarda tu espada natural. Un ángel se cargó todo el ejército natural de Sirua. Tú imagínate 72.000 ángeles. No hay ninguna autoridad, ejército, potestad o fortaleza que se pueda levantar contra el nombre del Señor.
Oración Final
Dios mío, queremos llenarnos de ti, aprender de ti, conocerte más y, sobre todo, pedirte que estés con nosotros, Señor, que nos protejas, que nos guardes, que nos libres del mal.
Hay tanto mal en este tiempo, hay tantas adversidades, necesitamos tu defensa, tu protección, tu cobertura. Nosotros somos tus hijos, tus polluelos, necesitamos estar bajo tus alas.
Dios mío, enséñanos a reconocerte como nuestra cobertura, nuestro protector, nuestra ayuda, nuestra salvación. Señor, ¡aviva nuestra fe!
