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Cómo Refugiarnos en el Señor
Miguel Díez - Portugal 6 de junio

Una de las verdades más reconfortantes de la Biblia es que Dios mismo es nuestro refugio. El Salmo 91:2 dice: “Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mío; mi Dios, en quien confiaré”. Estas no son simples palabras poéticas; son una declaración de fe, seguridad y confianza en un mundo lleno de incertidumbre. Pero, ¿qué significa realmente refugiarnos en el Señor?
Refugiarse en alguien implica huir hacia esa persona en busca de protección. Implica peligro, angustia o dificultad, y una decisión deliberada de buscar amparo. Cuando nos refugiamos en Dios, estamos diciendo: “No puedo con esto solo. Te necesito, Señor. Sé Tú mi cobertura, mi fortaleza”. Esto no es señal de debilidad, sino de confianza y sabiduría.
El mismo Salmo, en los versículos 3 y 4, declara: “Él te librará del lazo del cazador, de la peste destructora. Con sus plumas te cubrirá, y debajo de sus alas estarás seguro”. Esta es la imagen de un ave madre cubriendo a sus polluelos: un cuadro de calor, cercanía y absoluta protección. Dios quiere que estemos así de cerca de Él.
Sin embargo, debemos escoger permanecer bajo Su cobertura. El refugio no es algo automático; es algo a lo que corremos y en lo que permanecemos. Así como una persona durante una tormenta debe quedarse dentro del albergue para no mojarse, nosotros debemos permanecer en la presencia de Dios y en obediencia para disfrutar de Su protección.
¿Qué nos impide refugiarnos en el Señor? A veces es el orgullo, otras veces el temor o la incredulidad. Pero el Salmo 46:1 nos recuerda: “Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones”. Él no solo es nuestro escondite; es nuestra fuerza cuando estamos débiles.
Así que hoy, sea cual sea la batalla que enfrentas —confusión interna, presiones externas o guerra espiritual— decide refugiarte en el Señor. Declara Sus promesas. Habita en Su Palabra. Permanece bajo la sombra de Sus alas. En Él estás seguro.
Oración Final
Padre Celestial, gracias porque Tú eres mi refugio, mi fortaleza y mi auxilio constante en medio de la angustia. Perdóname cuando he intentado pelear mis batallas con mis propias fuerzas. Hoy corro a Ti, me escondo en Tu presencia y confío plenamente en Tu protección. Cúbreme con Tus alas, Señor, y ayúdame a permanecer en ese lugar secreto donde el temor no puede entrar y reina Tu paz. En el Nombre de Jesús, amén.
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